Monday, October 10, 2005

UTILÍCELA EN CASO DE MAREO

Después de leer mi tercera historia en el libro rojo de rayuela colorida, cuya dedicatoria reza: "Consúmase con precaución pero adminístrese con regularidad". Me dispuse firmemente a abordar el vuelo 9204 que me llevaría a Bogotá, ciudad que no era mi destino final, pero que nunca me molesta visitar.
En la fila solo pensaba que ojalá "Malena" (nombre por el cual supe en primera instancia que la escritora era argentina), pudiera por fin encontrar el fantasma aquel de Agustina para que la viera por fin no ya como ese espectro heróico que atravesaba calles con los ojos cerrados, sino como la persona que había madurado de seguro y que le contaría que aquel era solo un juego evasivo resultado de su depresión adolescente, lastimosamente Malena encontró a Agustina de frente, pero el fantasma nunca desapareció y por el contrario la empujó hacia la avenida donde su vida encontraría su fin.
Bueno, si, no es la historia mas apropiada para leer justo antes de abordar un avión, pero me gustó, como todo lo del sur y como casi todas las historias narradas por mujeres.
Cuando terminé la historia solo me quedaron las cavilaciones y los ojos perdidos en la avenida donde Malena cayó... Pasé mi tiquete y me dijeron algo que no entendí en lenguaje automático como si a esas aeromozas les espicharan un botón para repetir una y otra vez la información que no trasmiten. Ya más cerca de la puerta del avión la publicidad del pasillo atrajo mi atención, pero no por mucho tiempo pues segundos después un diálogo entre madre e hijas, en una lengua que no era la mía me capturó en adivinaciones; (¿era una lengua indígena?) así que mis ojos tuvieron que verlas para intentar confirmar lo que sospechaba, pero no lo logré. Luego un inglés maltrecho interrumpió aquella conversación, solo entendí un "thousand".
Una puerta lateral se abrió depronto y apareció un hombre uniformado y protegiéndose los oídos, descargando algunas cosas del avión, no vi muy bien su rostro, pero me hubiera gustado contemplarlo un rato, era fuerte y de cara tierna. La puerta se cerró para no volver a abrirse, mi mirada no fué siquiera percibida.
Por fin en el avión tan traquila como siempre con esa felicidad que me trae el saber que por unos instantes no estaré en la tierra, sino a la altura de las nubes.
Tomé el asiento de la ventanilla, siempre me gusta saborear el cielo con los ojos y burlarme de la tierra desde arriba, mirandola desdeñosamente.
Una mujer alta, trigueña y bonita se sentó a mi lado y abrió campo a una conversación... a mí la verdad se me parece a Lucero, pero no quiero preguntar, mejor me quedo con la duda como Malena. Ella se ve tan segura de sí misma y me gusta la manera en que sonríe y controla sus movimientos, no parece tener miedos, pero cuando el aeromozo nos solicita a las dos cambiar puestos con las menores de edad para sentarnos en la puerta de emergencia, ella sin miedo confiesa tener miedo y no poder hacer nada en situaciones de peligro. Siento un alivio de confesarme como ella, que si, que ya me ha pasado y evidentemente no hago NADA! y me gusta saber que hasta los mas seguros de sí tienen la velentía para declararse temerosos.
Ahora estamos despegando nuestros cuerpos de la tierra...
Me gusta esta sensación!

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